Hace ya un montón de años, en 1990, estaba yo de maestra en Brieva, un pueblo encantador de las Siete Villas. Y tenía yo una amiga, Juanita, la del Tío Santa, una señora mayor, de pelo cano, grandota, rebosante de esa tranquilidad que da vivir en estos pueblos, que envuelta en su echarpe de lana y apoyada en un palo a modo de bastón, me acompañaba por las tardes a dar un paseo y me contaba cosas de Brieva. Siempre decía que ojalá durmiera y al despertar hubiera retrocedido el tiempo cincuenta años, para que yo conociera el pueblo como era, lleno de paisaje y de vida. Al pasar por una casa, me decía que eso era la posada. Abría el portón y nos asomábamos al interior de la vivienda y entonces me describía el barullo de los viajeros, el olor a la comida en la cocina, el ir y venir de la dueña llamando a los críos para hacer recados...En otra puerta vivía una familia que tenía un montón de hijos pero todos se habían ido a la ciudad a trabajar en las fábricas y los padres ya murieron y la casa se cerró. Era un pueblo donde hubo luz eléctrica antes que en ningún sitio, donde vivía el marqués Duro Felguera en una casona enorme, con jardín y estanque, donde se hacía la trashumancia con las ovejas que venían desde Ciudad Real a Soria en tren, y luego por el monte llegaban al pueblo a pasar el verano, hasta que en otoño regresaban otra vez. Me hablaba de los muertos en el cementerio , San Juan se llamaba, un altozano desde donde se veía todo el pueblo.
Bueno, pues una Navidad, una compañera a la que llevaba yo hasta el cruce de Viniegra, me regaló un libro:" La lluvia amarilla", de Julio Llamazares. Por la noche lo leí y al día siguiente, cuando me iba a Nájera a pasar mis vacaciones, vi a Juanita en la fragua,(otro lugar vacío) y desde el coche le regalé el libro y le dije que le iba a gustar.
A la vuelta de las Navidades, cuando llegué al pueblo, vino a la escuela a buscarme toda emocionada y me contó lo que le había gustado la novela, que parecía que la habían escrito pensando en ella, que al leerla había llorado mucho, pero que era el regalo más bonito que le habían hecho.
Si leéis este libro, veréis que es una historia de esas muy tristes, de esas que te dan frío, que como dice el título, te impregnan de un halo amarillo, finito, como una lluvia misteriosa que te cala hasta los huesos. En serio, no exagero nada, es un libro impresionante que todos deberíamos leer. No hay nada más desolador que un pueblo abandonado, lleno de casas vacías cuyo interior han poblado los saúcos y donde han hecho su casa las madreselvas, las zarzas, los bichos...Y de lo que era todo vida, sólo quedan fantasmas que vuelven a vivir cuando queda algún vecino que aún se acuerda y te lo cuenta. El día que muere el último habitante, se acabó.
(JULIO LLAMAZARES. "La lluvia amarilla". Ed. Seix Barral. Barcelona. 1988.)